El movimiento espontáneo que se está produciendo como reacción a la desaparición del programa La Mandrágora da pie a reflexionar sobre qué está pasando en TVE en estos momentos en que se plantea un nuevo modelo de programación, cuyo nivel y calidad a priori parecen más que discutibles, y en que la empresa da poco rendimiento a sus medios y su personal a favor de la externalización de muchas producciones. En este contexto, cabe preguntarse cómo TVE se permite eliminar programas históricos de prestigio y de bajo presupuesto que deberían ser un servicio obligatorio en una televisión pública.
LA MANDRÁGORA es un espacio televisivo especializado que, con su larga trayectoria, ha adquirido un cierto prestigio, incluso a nivel internacional. Dedicado íntegramente a las artes escénicas, es decir, único en su género, ha servido de escaparate, altavoz y plataforma tanto a compañías, coreógrafos, autores y directores consolidados, como a los emergentes o simplemente no mediáticos.
Al mismo tiempo, ha sido una ventana para conocer el trabajo de las figuras y las creaciones más destacadas de la escena internacional.
Vemos últimamente en la prensa que la dirección de la cadena promete que en la nueva programación el teatro tendrá mucha más presencia y en horarios mucho más populares. Eso está muy bien, cuanto más teatro mejor, cuanta más cultura mejor, pero que no nos tomen por tontos.
No nos engañemos. Todo el mundo sabe que la información cultural y teatral que se pueda emitir en un programa de actualidad de tarde (y nos congratularemos si lo hacen) no tiene nada que ver con el formato, el nivel y la especialización a la que nos tiene acostumbrados LA MANDRÁGORA. En todo caso, son dos propuestas diferentes y no excluyentes. Pero ya nos podemos ir olvidando de escuchar a Castorff en alemán, a Lupa en polaco o Donnelan en inglés reflexionando en voz alta sobre el teatro durante diez minutos o más, por poner unos ejemplos. Y ya nos podemos olvidar de saber qué se cuece en los festivales internacionales más importantes, los que marcan el tono de la escena contemporánea.
Sin ir tan lejos, también ya nos podemos olvidar de fer reflejado en un programa de alcance estatal el teatro que se hace más allá de Madrid y que no sea en castellano.
Sólo hace falta recordar que el programa Miradas, magazín cultural de La2, que tampoco pretendía ser un programa de masas, durante todos sus años de emisión, dió la consigna de no emitir ningún reportaje de teatro en catalán, porque los subtítulos requieren un esfuerzo de la audiencia que no se podían permitir.
En estas últimas semanas de desaparición de La Mandrágora, Miradas ha recibido la orden de hablar de teatro, que no se diga que TVE desatiende el tema. Pero no hay que pasar por alto, a parte de que el tratamiento no es el mismo, que la redacción de Miradas en Cataluña ha sido desmantelada y que el programa se emite en La2 al mismo tiempo que L'Informatiu, de modo que el programa no se ve en Cataluña. Así que, por supuesto, tampoco ahora, nada de teatro catalán en TVE.
Teniendo en cuenta la modernidad y el peso de la escena catalana en el conjunto estatal, no es extraño que LA MANDRÁGORA haya querido reflejar esta realidad semanalmente en sus programas. La pluralidad ha sido siempre una característica del programa, porque igual ha dado cabida a una producción vasca, gallega o andaluza como a una rusa o italiana.
Es un hecho constatable que semanalmente la cuota de teatro catalán en la Mandrágora alcanzaba de media más de una tercera parte del programa.
Si LA MANDRÁGORA desaparece, perdemos todos estos espacios. Espacios de información, de cultura, de creación... de libertad.
Las cartas que se han enviado dan a entender la repercusión y la necesidad de este espacio que, sin ser mayoritario, es importante para un gran sector de la sociedad con inquietudes culturales, y también para el mundo teatral, tanto para las compañías como para las escuelas, los teatros, los festivales y los programadores. Por no ser mayoritario no es poco importante.
No deja de tener valor, sin contar el público que ve el programa por internet, que a las horas en qué se emitía tuviera una media de 200mil espectadores cada semana.
Tendríamos que reflexionar sobre el panorama desolador que nos rodea, el totalitarismo imperante, la cultura mercantil, el señorsiseñor, la pobreza y la mediocridad a que nos van llevando. Y tendríamos que reflexionar también sobre nuestra capacidad de reacción. No dejemos que sean tiempos de la voz de su amo...
QUE UNA TELEVISIÓN SIN PUBLICIDAD NO SEA UNA TELEVISIÓN CON MÁS PROPAGANDA
¡VIVA EL TEATRO! ¡VIVA EL ARTE!